El oro desempeñó un papel fundamental en el Imperio Romano. Durante su apogeo, Roma controlaba vastas regiones ricas en recursos naturales, incluyendo minas auríferas. Estas se encontraban principalmente en Dacia (la región de los Balcanes), África e Hispania (la actual España), donde una gran parte de las extracciones se llevaban a cabo en la parte noroeste de la península.
Durante este periodo, Galicia fue uno de los principales proveedores de minerales como el oro, sobre todo entre el siglo I y II después de Cristo. El reino de Galicia movió cientos de toneladas de oro, que luego se convirtieron en monedas llamadas áureos.