El informe elaborado por Mario Draghi, una de las personalidades más reputadas del panorama político y financiero del continente, constituye una ambiciosa hoja de ruta que exhorta a la Unión Europea a tomar ya medidas de calado para acometer una transformación radical de su tejido productivo, lo que exige avanzar hacia una Europa federal. En un contexto sacudido por el auge de las corrientes eurófobas y de una guerra fría entre EEUU y China, los grandes competidores por la hegemonía tecnológica y económica mundial, el aldabonazo lanzado por el ex primer ministro italiano supone una oportunidad para detener la «lenta agonía» que él mismo señala. Draghi apela a renovar el sueño de una Europa capaz de competir con el resto de potencias globales en un proyecto que siga cimentado sobre los valores fundacionales de la libertad y el bienestar.
La presencia de Ursula von der Leyen en la presentación del esperado informe -la presidenta de la Comisión Europea fue quien le encargó este documento- permite inferir que el contenido del mismo recoge las líneas maestras del mandato de la Comisión Europea que arranca esta semana. La pérdida de peso internacional de la economía comunitaria (su PIB es el 65% del de EEUU), la crisis demográfica y la agresividad de las políticas proteccionistas de Washington y de Pekín han puesto a la UE en una situación delicada. Por eso Draghi, con un tono solemne acorde a la envergadura de los retos pendientes, ha pedido movilizar 800.000 millones de euros al año (el 5% del PIB de la UE), más del doble de inversión que el Plan Marshall después de la II Guerra Mundial. Para financiar este ingente esfuerzo, propone la emisión de deuda conjunta -extremo al que Alemania se opone- y redoblar el rigor fiscal de los Veintisiete en una senda orientada a combinar descarbonización y competitividad. Un mercado más integrado, unas empresas más eficientes y una menor burocratización permitirían elevar la productividad, junto a una apuesta decidida por la I+D. El ex presidente del Banco Central Europeo y salvador del euro en 2012 también hace hincapié en el impacto del envejecimiento de la población para la economía y deja claro que la inmigración neta positiva no compensa el declive demográfico de la UE.